LA
REALIDAD HUMANA FRENTE A UNA PANDEMIA
Desde el martes 10 de
marzo, cuando se dio la directriz de no regresar al trabajo por la Pandemia, el
mundo no volverá hacer igual, tal vez nuestro país aprenda la lección o quizá
siga el mismo rumbo que durante siglos lo ha enmarcado. Por estos días se
escuchaba a muchos expertos opinar sobre cuáles serían las consecuencias para
la economía en esta emergencia sanitaria, nombres como Adam Smith y su teoría
sobre La Riqueza de las Naciones, profundizan aún más la realidad que viven los
países que cayeron en manos del monopolio capitalista y las contadas familias
que han sabido explotar los recursos y riquezas de los países.
Muchas enseñanzas nos
ha dejado la COVID19, el hombre que era invulnerable, arrogante y prepotente
frente al poder, hoy está sumido en la impotencia, en el nerviosismo que
produce al mismo estilo de las películas hollywoodense de terror y
apocalípticas. El egoísmo, la hipocresía, las ansias de poder se han quedado en
el camino, se rompió el velo y dejó dilucidar la cara menos amable de quienes
por muchos siglos ostentaron de potencias, sus sistemas de salud expiraron en
las manos de capitales privados, el negocio sólo fue rentable para su dueño,
pero, la ausencia de las mínimas condiciones de atención dejan sumida en una
gran crisis el sistema de salud; los hospitales carecen de camas, respiradores,
medicamentos y como si fuera la desgracia de desenmascarar a los culpables,
vemos que el personal médico no cuenta con las garantías de desempeñar su función.
Las leyes funestas, los sueldos de miseria y la inversión social fueron la
constante de las hegemonías gobernantes, la pandemia puso al descubierto el
nocivo imperativo del Capitalismo salvaje.
Humanizar las sociedades
y apartar los sistemas de explotación
deben ser las propuestas para un futuro, es increíble que el mundo respire
paradójicamente mejor aire y la tierra se sobreponga con esta crisis, gracias a
la ambición y avaricia de quienes no supieron administrar nuestro planeta.
El peor momento de la historia
de la humanidad, desestabiliza y está mostrando nuestra verdadera naturaleza,
lo ruin y miserable que somos, un mundo de cabeza al que un virus ha
desconectado del consumo y la masificación, del producir y no dejar de
trabajar, para conectarnos con una familia que desconocíamos y por ello no
soportamos, de ahí que se haya triplicado la violencia doméstica; la corrupción
está en aumento y hace despreciable nuestros gobernantes al robar un mendrugo
de pan al más necesitado. Los Bancos al mejor estilo saquean a la víctima y
como vampiros extraen la poca sangre que permite fluir oxígeno al cerebro.
Nadie se escapa del caos, la indiferencia por el prójimo es lo más notable,
seguimos sin entender que lo más valioso es la vida, no las cosas materiales.
Nos preocupa más la economía, el tiempo que pasa desespera en casa, nos está atosigando
por no producir, nos volvimos máquinas del capitalismo, estamos desnudos de
cuerpo y mente. Luego, entonces ¿Qué queda? Vivir de la mejor manera, valorar
no al dinero sino a lo que da sentido, lo humano, compartir lo que tenemos y no
lo que sobra, ser agradecidos si este momento nos da la posibilidad de hacerlo.