lunes, 11 de junio de 2018


CONVICCIÓN DE CIUDADANO

Apreciado Lector:

Soy profesional de la educación y desde hace 25 años sostengo una lucha inquebrantable con mi formación. Son muchas las preguntas e interrogantes hechas a lo largo de todo este tiempo, por ejemplo ¿Soy feliz con mi profesión?, ¿Transmito algo a mis estudiantes?, ¿Sirve lo que enseño?, ¿Asombra mi discurso pedagógico?, ¿Sensibilizo con mi labor docente?, ¿Soy testimonio de vida para mis estudiantes?, ¿Aporto algo a esta sociedad?... Mis razones y cuestionamientos radican en el lugar de origen que las producen, Colombia, país ubicado en Sur América, bordeado por dos inmensos mares, se dice que somos un país rico en agua, vegetación, cantidad de especies de todos los pelambres, recursos mineros, una geografía envidiable para cualquier extranjero que nos visita por primera vez, una variedad de climas que hacen de la producción agrícola de las más rentables y efectivas en cuanto a demanda alimentaria se refiere. Un único problema, el factor humano, significado en tres clases: Los humanos políticos, quiénes a lo largo de la historia han creado sus propios intereses e ideologías con el único fin de jerarquizar el Estado y no dar cabida sino a los apellidos y abolengos que por tradición se han mantenido en el poder. Ellos han sido pioneros en las rencillas y polarización del país, su lucro más efectivo la corrupción administrativa y las nuevas ambiciones de poder, basadas en las promesas falsas y la utilización de los medios de comunicación como la mejor arma de incomunicación jamás vista, en ellos se aplica la pedagogía romana, pan y circo para un pueblo ignorante; son minoría, pero se hacen ver como mayoría. La segunda clase que encontramos son los humanos civiles, pueblo sumiso, arraigado en tradiciones y costumbres ancestrales, pacifistas y convencidos que todo lo que les pasa, es porque así lo quiere Dios. Su óptica es pensar lo que otros piensan, y hacer lo que otros hacen, en este grupo hay una gran mayoría. Un tercero y último grupo son los humanos modernos, una mezcla entre el místico, moderado, el guerrero en sus pretensiones, justo, visionario, equitativo y aterrizado en su realidad cotidiana, casi siempre estudioso. El sueño de este grupo es luchar por una sociedad mejor capacitada y formada en valores, justa y equitativa, donde la consigna sea educar seres humanos más sensibles, más respetuosos con las diferencias, conocedores de sí mismos y de sus entornos; aunque son minoría, despiertan interés dada las propuestas a sus inquebrantables pretensiones de apostar por la paz, como camino que conduce a la justicia y la libertad.
Habiendo hecho esta jerarquización de humanos existentes en Colombia, se puede dar respuesta a los diferentes interrogantes con que inicié el escrito, posiblemente ya nos hemos ubicado en algún grupo o quizás estaremos creando otro que no fue tenido en cuenta, pero cierto es, aunque existen motivos, circunstancias y acontecimientos que nos hacen dudar de nuestra profesión, es tarea del Educador de hoy, sensibilizar su entorno, desterrar de la mente de nuestros niños y adolescentes esa falsa cultura mafiosa, de que “todo vale”, de que estudiar no sirve para nada, del dinero fácil y sobre todo erradicar la incapacidad mental del asistencialismo y la mendicidad por los que han sido conducidos.
Debe ser tarea de todos los educadores, padres de familia, escuela y todas las autoridades civiles y eclesiásticas, priorizar los valores, la tolerancia, el respeto a la diferencia y a la convivencia pacífica, desde cada uno de los lugares en su campo de acción, fomentar desde cada una de las instituciones la democracia, la participación, la solidaridad, con la única pretensión que se superen los autoritarismos y las arbitrariedades que tanto mal han hecho, a la tan anhelada paz. No llenarnos de pesimismo y rabia que imposibiliten nuestra labor, es una tarea espiritual que debemos pedir al Dios de la vida, que su justicia y amor sean el único motivo para apostarle a una sociedad mejor.



LEJOS DE LA PALABRERÍA Y CERCA DE LA REALIDAD


“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos” (Martín Luther King)

Una discusión seria frente a nuestros compromisos como ciudadanos y cristianos, debería centrarse en aspectos sinceros y que nos aproximen a una realidad cercana y no distante como nos hemos acostumbrado. Colombia a lo largo de cinco o más décadas ha mostrado al mundo un panorama hostil, de violencia, de narcotráfico y de todas las manifestaciones de intolerancia que podrían en cualquier mortal que no conozca de nosotros, impactarlo y conmoverlo hasta el punto de rechazar y pedir urgentemente el cese de la violencia en nuestro territorio.
Hemos asumido posturas en su gran mayoría de insensibilidad, de pan nuestro de cada día, y en el peor de los casos de indiferencia porque eso ocurre por allá, en departamentos lejanos a nosotros, llenos de corrupción y miseria. La indolencia también es una forma de violencia, el silencio que omitimos nos hace cómplices de la gran tragedia que sucumbe en nuestro ser y en el hermano que no tuvo las mismas oportunidades que hoy yo tengo. Lo peor que nos pasa es perder la memoria, porque sin ella no tenemos historia, entonces, estaremos condenados a repetir una y otra vez todos nuestros errores, sin memoria no tenemos que perdonar, no existen los reclamos, no existen esclarecimientos de los acontecimientos, lo único que existe es impunidad, silencio y miedo. Entonces, la humanidad, la solidaridad, el amor, ¿Dónde quedó? Iniciar una pedagogía social, buscando esclarecer y reconocer en el dolor del otro, el dolor que yo no tuve, en perdonarme y pedir perdón a las víctimas por mi indiferencia e indolencia, en resarcir y reparar de una vez por todas las faltas que como ser humano y buen cristiano nunca cumplí. Será un buen comienzo para la elaboración de un duelo, una oportunidad para restablecer los vínculos sociales que perdimos y un horizonte para la reconstrucción de un mejor mañana. Transformar nuestro silencio y miedo, en reclamar a nuestros gobernantes mejores condiciones de vida, justicia, equidad, deben ser las expresiones que generen libertad y sueños no alcanzados. Hacerme más humano y aterrizar mi discurso académico y palabrero, en acciones solidarias, tal como lo afirma John Paul Lederach entrar al corazón, los pies y las manos… Estar más juntos con… deben ser las acciones que como ciudadano de bien, debo promover en procura de ser un verdadero constructor de paz, viviendo del testimonio y siendo un vocero de los derechos humanos, defensor de la justicia y la equidad social.
Si utilizamos el perdón como herramienta y solución a nuestra nefasta convivencia, también lo debemos hacer con la madre tierra y el medio ambiente que nos rodea, comenzar a crear buenos hábitos de cuidado y establecer normas como nos lo propone el buen Papa Francisco en su encíclica Laudato si, serán una buena razón para decir que somos cristianos solidarios y unidos en el amor por la reconciliación con Dios.