EL
PRINCIPIO DE CULPABILIDAD
La interminable soledad del
hombre de nuestro tiempo hace que cometa innumerables errores, ellos se
evidencian en la descomposición social que vivimos. Esfuerzos fallidos por
mejorar nuestra calidad de vida, parecen la intención de los programas gubernamentales
y de educación. De fondo son muchísimas las causas que se podrían enumerar de
una sociedad caótica como la actual, pero basta sólo en pensar nuestra legislación
actual para darnos cuenta cómo vamos. Un padre que quiere educar a su familia
bajo los preceptos éticos y morales, estará encerrado en un sinnúmero de leyes
que le cohíben de ejercer autoridad. Por otro lado en la misma línea, padres
permisivos, alcahuetes y sin autoridad que justifican las acciones delictivas
de sus hijos, sin reparo alguno y por el contrario haciendo culpables a otros
de su incompetencia familiar. Padres que forman desde la distancia o por otras vías
muy de moda en la comunicación global y digital. Tantas formas, pero la verdad,
sólo una, los hijos nunca estuvieron tan solos, tan desprotegidos, tan
incomprendidos, tan tristemente miserables, como hoy. Una sociedad diluida en
la insensatez, en la ceguera mental, en la justificación del todo se vale,
porque cuando no somos capaces de actuar bien y valernos por los argumentos de
la razón y la coherencia de los actos, cualquiera puede tener la verdad,
cualquiera puede ser gobernante, cualquiera puede ser papá o mamá o simplemente
cualquiera puede ser dios; dinero, poder, fama, esos son los dioses que
condicionan y llevan al abismo. Una
testarudez puede ser una amenaza a la extinción, y esa puede ser la causa de
ver lo antinatura como normal, la mentira como verdad, la oscuridad como luz,
lo sombrío como lúcido y transparente, y lo más delicado, creer que todo va por
buen camino.
La soledad de no aceptar compañía
diferente a su orgullo, prepotencia y autosuficiencia. El deseo de acaparar, acumular
y hacerse infeliz es la línea del hombre de nuestra era civilizada. Somos
capaces como lo dijo alguien, de enviar naves a la luna, pero no hemos tenido
la sensatez y la voluntad de vivir como humanos.