sábado, 25 de febrero de 2017

APOLOGÍA DE LA PAZ
Vivimos actualmente en Colombia una de las más significativas épocas en nuestra historia, los diálogos de la Habana y el deseo de la insurgencia por declinar las hostilidades, avizoran un mejor futuro para las próximas generaciones, que quizás no volverán a observar en los diferentes medios de comunicación el horror y la crueldad de la guerra, hechos como los de Bojayá, La Chinita, la Rochela, Trujillo y muchos otros, nunca debieron suceder y pasar en un país ufanado de valores y tradiciones religiosas. Seguramente quienes vivimos y fuimos testigos directa o indirectamente en el conflicto más largo de la historia de la sociedad civil y el Estado, catalogado en el mundo de execrable, ruin y miserable, no apostamos más a otra experiencia similar, nuestro equilibrio espiritual y nuestras emociones, estarán centradas de aquí en adelante a fomentar la comprensión y el diálogo, a declinar los odios y ver en las riquezas de nuestro país a nivel geográfico y sus gentes humildes, trabajadoras, emprendedoras, la oportunidad de soñar un mejor sitio para los que vienen. Tenemos motivos que nos pueden ayudar a crear espacios de concertación y diálogo, la escuela se convierte en el territorio más adecuado para iniciar esos cambios que necesitamos, será el sitio blindado junto con la familia, para hacer realidad el nuevo proyecto de vida, enmarcado en la equidad, justicia y respeto al otro. El estar en la ciudad, aunque invisibiliza muchos de los acontecimientos vividos por los ciudadanos del campo, nos debe acercar a la humanización del sentir del otro. La indiferencia que nos enseñaron de cierta manera a percibir, cuando nos decían “eso no es con usted”, parece haber cauterizado y cicatrizado una herida que nunca sanó. Hoy somos responsables desde el aula a fomentar la tolerancia como herramienta básica para saber que somos iguales, pero esa igualdad en algún momento nos debe hacer diferentes, y es allí precisamente donde debemos actuar y procurar porque los niños y jóvenes entiendan la dinámica de poder compartir con el otro, sin transgredirlo, respetando y a manera del Buen Jesús, perdonando al que me ha ofendido.