APOLOGÍA DE LA PAZ
Vivimos actualmente en Colombia una de
las más significativas épocas en nuestra historia, los diálogos de la Habana y
el deseo de la insurgencia por declinar las hostilidades, avizoran un mejor
futuro para las próximas generaciones, que quizás no volverán a observar en los
diferentes medios de comunicación el horror y la crueldad de la guerra, hechos
como los de Bojayá, La Chinita, la Rochela, Trujillo y muchos otros, nunca debieron
suceder y pasar en un país ufanado de valores y tradiciones religiosas.
Seguramente quienes vivimos y fuimos testigos directa o indirectamente en el
conflicto más largo de la historia de la sociedad civil y el Estado, catalogado
en el mundo de execrable, ruin y miserable, no apostamos más a otra experiencia
similar, nuestro equilibrio espiritual y nuestras emociones, estarán centradas
de aquí en adelante a fomentar la comprensión y el diálogo, a declinar los
odios y ver en las riquezas de nuestro país a nivel geográfico y sus gentes
humildes, trabajadoras, emprendedoras, la oportunidad de soñar un mejor sitio
para los que vienen. Tenemos motivos que nos pueden ayudar a crear espacios de
concertación y diálogo, la escuela se convierte en el territorio más adecuado
para iniciar esos cambios que necesitamos, será el sitio blindado junto con la
familia, para hacer realidad el nuevo proyecto de vida, enmarcado en la
equidad, justicia y respeto al otro. El estar en la ciudad, aunque invisibiliza
muchos de los acontecimientos vividos por los ciudadanos del campo, nos debe
acercar a la humanización del sentir del otro. La indiferencia que nos
enseñaron de cierta manera a percibir, cuando nos decían “eso no es con usted”,
parece haber cauterizado y cicatrizado una herida que nunca sanó. Hoy somos
responsables desde el aula a fomentar la tolerancia como herramienta básica
para saber que somos iguales, pero esa igualdad en algún momento nos debe hacer
diferentes, y es allí precisamente donde debemos actuar y procurar porque los
niños y jóvenes entiendan la dinámica de poder compartir con el otro, sin
transgredirlo, respetando y a manera del Buen Jesús, perdonando al que me ha
ofendido.