sábado, 25 de mayo de 2019



LA FAMILIA Y SU DIMENSIÓN EN EL SIGLO XXI


Son muchas las realidades y vivencias que se pueden abordar frente a una temática tan compleja como lo es la familia, sin duda alguna no resulta fácil tratar aspectos que la dinamizan y la rodean en su desarrollo; los traumas, las clases sociales y su pirámide; los sentimientos, las obligaciones, las socialización de los miembros y sus consideración de reconocer a la familia como una institución en constante movimiento, la hacen motivo atrayente para ser analizada.

Particularmente observo en la familia colombiana, muy a pesar de las vicisitudes una lucha y un deseo por permanecer en las raíces ancestrales que apostaron en los valores y en la educación ética y moral, el fundamento de una mejor sociedad. Los verdaderos hombres desde un punto de vista antropológico, se hacen en familia y con ello se estructura un arraigo que por generaciones, se fue transmitiendo según la cultura de nuestros pueblos en pequeños modelos, donde su sentido común era la unión entorno a los padres, quienes  con su autoridad y jerarquía, enseñaron principios básicos de solidaridad, responsabilidad, libertad, alianza y respeto mutuo por todo lo que los rodeaba, de ahí la importancia que los “los valores se viven y en la vida se asumen”. Muchos son los factores que inciden en las grandes problemáticas que hoy padece la institución familiar, la violencia no sólo en lo urbano sino en lo rural; el narcotráfico, el desplazamiento forzado, la conformación de grupos al margen de la ley, unido a la corrupción como gran flagelo social; debilitan fuertemente los cimientos que caracterizan la institucionalidad familiar.

Apostar a la educación y romper falsos paradigmas que se fueron tejiendo alrededor del dinero fácil y el mal llamado “traqueteo”; fundamentan la aparición de programas de asistencia gubernamental, eclesial y de organizaciones nacionales e internacionales, que fortalecen y acompañan desde un trabajo colaborativo, las debilidades que se padece al interior de lo que conocemos como la célula básica de la sociedad, La Familia.
Con las Redes de apoyo se establecen estudios serios para detectar las falencias y oportunidades de mejoramiento, la compañía social, las actividades conjuntas, el apoyo emocional, los mismos estímulos son consideraciones que promueven y fortalecen las debilidades que se van presentando. Los intercambios de saberes y experiencias, el escucharnos unos con otros facilita que la comunidad alcance un compromiso social, ético y moral al actuar en coparticipación con los otros. No se puede olvidar como lo afirma (González-2010) que el trabajo colaborativo hace sentir competente en el desarrollo de las tareas.

Proyectar nuevas dinámicas de asistencia familiar, debe ser la propuesta que debe unir entorno al cuidado de “la casa en común” como lo afirma el papa Francisco, que permita fortalecer las relaciones que la persona establece consigo misma, con el prójimo, con la naturaleza y con el conocimiento. Crear Redes de protección escolar y familiar que requieran la construcción de territorios de vida, participación y dignidad; teniendo en cuenta el contexto para valorar, crear y transformar, invitar a soñar y alentar nuevas generaciones en la construcción de una sociedad familiar más unida, incluyente, participativa y respetuosa del otro, como única razón de existencia humana.
Ahora bien, la familia hoy debe estar regida por algunos lineamientos básicos que la fortalecen como institución, y es por tal razón que detengo mi reflexión en un aspecto que creo es fundamental y lo retomo en forma de pregunta: ¿Hasta dónde puede llegar un individuo sino se le marcan límites? Pues bien, la pregunta se podría responder muy fácil, el no marcar límites afecta, daña y destruye al otro, es así de lógico. Hoy los psicólogos hablan mucho del diálogo familiar porque con ello se pueden detectar las falencias que se evidencian en su diario vivir, un padre que habla con sus hijos todos los días seguramente mantendrá informado, pero ese hablar no consiste en limitarse al ¿cómo le fue?- de niños veíamos un acompañamiento de los infantes, como revisión de cuadernos, notas que escribían los profesores, sabíamos quiénes eran sus amigos, dónde vivían y otros; y ahora con el absurdo concepto de delegar responsabilidad porque ya tiene trece años, y usted ya sabe lo que hace, se olvidó de todo lo anterior y es cuando el muchacho por falta de acompañamiento adquiere todo tipo de mañas y olvida lo que en un momento dado aprendió. Y esas mañas cobijan amistades no convenientes, consumo de alcohol, de sustancias psicoactivas, un manejo inadecuado de los medios de comunicación, como exceso de televisión, utilización de infinidad de redes sociales por internet, toda clase de juegos electrónicos y de entretenimiento producto de los mercados globales.

Ese absurdo como lo denomino, no es otra cosa que incapacidad del padre por continuar un proceso, por el que debe responder hasta cuando el individuo adquiera una mayoría de edad. Y esa mayoría de edad debe estar enmarcada, como lo afirmó ese gran genio de la filosofía Immanuel Kant: “la minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro”. La salida de esa minoría de edad, es demasiado costosa, cuando no se quiere ascender. Es muy usual ver padres que hacen hijos incapaces, sin ninguna autonomía, holgazanes dependientes, irresponsables y por ende carentes de entendimiento cuando tienen que tomar una decisión. Serán hijos domesticados.

Siempre será motivo de satisfacción entender y pensar que el mañana puede ser mejor, cuando se apuesta por la dignificación del ser humano, el respeto, la calidad de vida, la igualdad social, de cultos; entendiendo que lo que tengo y conozco, no es de mi propiedad, sino del otro. “Si no nacimos para servir, vano es vivir” (Sor Teresa)