LA
FAMILIA Y SU DIMENSIÓN EN EL SIGLO XXI
Son muchas las
realidades y vivencias que se pueden abordar frente a una temática tan compleja
como lo es la familia, sin duda
alguna no resulta fácil tratar aspectos que la dinamizan y la rodean en su
desarrollo; los traumas, las clases sociales y su pirámide; los sentimientos,
las obligaciones, las socialización de los miembros y sus consideración de
reconocer a la familia como una institución en constante movimiento, la hacen
motivo atrayente para ser analizada.
Particularmente observo
en la familia colombiana, muy a pesar
de las vicisitudes una lucha y un deseo por permanecer en las raíces
ancestrales que apostaron en los valores y en la educación ética y moral, el
fundamento de una mejor sociedad. Los verdaderos hombres desde un punto de
vista antropológico, se hacen en familia
y con ello se estructura un arraigo que por generaciones, se fue transmitiendo
según la cultura de nuestros pueblos en pequeños modelos, donde su sentido
común era la unión entorno a los padres, quienes con su autoridad y jerarquía, enseñaron
principios básicos de solidaridad, responsabilidad, libertad, alianza y respeto
mutuo por todo lo que los rodeaba, de ahí la importancia que los “los valores
se viven y en la vida se asumen”. Muchos son los factores
que inciden en las grandes problemáticas que hoy padece la institución
familiar, la violencia no sólo en lo urbano sino en lo rural; el narcotráfico,
el desplazamiento forzado, la conformación de grupos al margen de la ley, unido
a la corrupción como gran flagelo social; debilitan fuertemente los cimientos
que caracterizan la institucionalidad familiar.
Apostar a la educación
y romper falsos paradigmas que se fueron tejiendo alrededor del dinero fácil y
el mal llamado “traqueteo”; fundamentan la aparición de programas de asistencia
gubernamental, eclesial y de organizaciones nacionales e internacionales, que
fortalecen y acompañan desde un trabajo colaborativo, las debilidades que se
padece al interior de lo que conocemos como la célula básica de la sociedad, La Familia.
Con las Redes de apoyo
se establecen estudios serios para detectar las falencias y oportunidades de
mejoramiento, la compañía social, las actividades conjuntas, el apoyo
emocional, los mismos estímulos son consideraciones que promueven y fortalecen
las debilidades que se van presentando. Los intercambios de saberes y
experiencias, el escucharnos unos con otros facilita que la comunidad alcance
un compromiso social, ético y moral al actuar en coparticipación con los otros.
No se puede olvidar como lo afirma (González-2010) que el trabajo colaborativo
hace sentir competente en el desarrollo de las tareas.
Proyectar nuevas
dinámicas de asistencia familiar, debe ser la propuesta que debe unir entorno
al cuidado de “la casa en común” como lo afirma el papa Francisco, que permita
fortalecer las relaciones que la persona establece consigo misma, con el
prójimo, con la naturaleza y con el conocimiento. Crear Redes de
protección escolar y familiar que requieran la construcción de territorios de
vida, participación y dignidad; teniendo en cuenta el contexto para valorar,
crear y transformar, invitar a soñar y alentar nuevas generaciones en la
construcción de una sociedad familiar más unida, incluyente, participativa y
respetuosa del otro, como única razón de existencia humana.
Ahora
bien, la familia hoy debe estar regida por algunos lineamientos básicos que la
fortalecen como institución, y es por tal razón que detengo mi reflexión en un
aspecto que creo es fundamental y lo retomo en forma de pregunta: ¿Hasta dónde
puede llegar un individuo sino se le marcan límites? Pues bien, la pregunta se
podría responder muy fácil, el no marcar límites afecta, daña y destruye al
otro, es así de lógico. Hoy los psicólogos hablan mucho del diálogo familiar
porque con ello se pueden detectar las falencias que se evidencian en su diario
vivir, un padre que habla con sus hijos todos los días seguramente mantendrá
informado, pero ese hablar no consiste en limitarse al ¿cómo le fue?- de niños
veíamos un acompañamiento de los infantes, como revisión de cuadernos, notas
que escribían los profesores, sabíamos quiénes eran sus amigos, dónde vivían y
otros; y ahora con el absurdo concepto de delegar responsabilidad porque ya
tiene trece años, y usted ya sabe lo que hace, se olvidó de todo lo anterior y
es cuando el muchacho por falta de acompañamiento adquiere todo tipo de mañas y
olvida lo que en un momento dado aprendió. Y esas mañas cobijan amistades no
convenientes, consumo de alcohol, de sustancias psicoactivas, un manejo
inadecuado de los medios de comunicación, como exceso de televisión,
utilización de infinidad de redes sociales por internet, toda clase de juegos
electrónicos y de entretenimiento producto de los mercados globales.
Ese
absurdo como lo denomino, no es otra cosa que incapacidad del padre por
continuar un proceso, por el que debe responder hasta cuando el individuo
adquiera una mayoría de edad. Y esa mayoría de edad debe estar enmarcada, como
lo afirmó ese gran genio de la filosofía Immanuel Kant: “la minoría de edad
estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la
dirección de otro”. La salida de esa minoría de edad, es demasiado costosa,
cuando no se quiere ascender. Es muy usual ver padres que hacen hijos
incapaces, sin ninguna autonomía, holgazanes dependientes, irresponsables y por
ende carentes de entendimiento cuando tienen que tomar una decisión. Serán
hijos domesticados.
Siempre será motivo de
satisfacción entender y pensar que el mañana puede ser mejor, cuando se apuesta
por la dignificación del ser humano, el respeto, la calidad de vida, la
igualdad social, de cultos; entendiendo que lo que tengo y conozco, no es de mi
propiedad, sino del otro. “Si no nacimos para servir, vano es vivir” (Sor
Teresa)