domingo, 10 de abril de 2016

EL PRINCIPIO DE CULPABILIDAD

La interminable soledad del hombre de nuestro tiempo hace que cometa innumerables errores, ellos se evidencian en la descomposición social que vivimos. Esfuerzos fallidos por mejorar nuestra calidad de vida, parecen la intención de los programas gubernamentales y de educación. De fondo son muchísimas las causas que se podrían enumerar de una sociedad caótica como la actual, pero basta sólo en pensar nuestra legislación actual para darnos cuenta cómo vamos. Un padre que quiere educar a su familia bajo los preceptos éticos y morales, estará encerrado en un sinnúmero de leyes que le cohíben de ejercer autoridad. Por otro lado en la misma línea, padres permisivos, alcahuetes y sin autoridad que justifican las acciones delictivas de sus hijos, sin reparo alguno y por el contrario haciendo culpables a otros de su incompetencia familiar. Padres que forman desde la distancia o por otras vías muy de moda en la comunicación global y digital. Tantas formas, pero la verdad, sólo una, los hijos nunca estuvieron tan solos, tan desprotegidos, tan incomprendidos, tan tristemente miserables, como hoy. Una sociedad diluida en la insensatez, en la ceguera mental, en la justificación del todo se vale, porque cuando no somos capaces de actuar bien y valernos por los argumentos de la razón y la coherencia de los actos, cualquiera puede tener la verdad, cualquiera puede ser gobernante, cualquiera puede ser papá o mamá o simplemente cualquiera puede ser dios; dinero, poder, fama, esos son los dioses que condicionan y llevan al abismo.  Una testarudez puede ser una amenaza a la extinción, y esa puede ser la causa de ver lo antinatura como normal, la mentira como verdad, la oscuridad como luz, lo sombrío como lúcido y transparente, y lo más delicado, creer que todo va por buen camino.

La soledad de no aceptar compañía diferente a su orgullo, prepotencia y autosuficiencia. El deseo de acaparar, acumular y hacerse infeliz es la línea del hombre de nuestra era civilizada. Somos capaces como lo dijo alguien, de enviar naves a la luna, pero no hemos tenido la sensatez y la voluntad de vivir como humanos.