domingo, 7 de diciembre de 2014


LA HISTORIA NOS DARÁ LA RAZÓN

El milenio que estamos viviendo ya hoy hace catorce años, es la evidencia de un nuevo tiempo, cargado con muchas cosas materiales, lleno de inmediatez y más individualizado. Un milenio un tanto deshumanizado y con grandes retos para los países no tan afortunados como los llamados capitalistas. Las enormes brechas que se evidencian son sin duda consecuencias de gobiernos corruptos y mancillados a mejores postores llamados aliados, que en economía se conocen con el nombre de cooperadores, quien coopera es amigo, por eso los países en vías de desarrollo, según sus recursos económicos y su nivel de producción, pueden contar con amigos, que avalan y dan garantías para inversionistas de alto rango. Aparte que certifican y premian dicha cooperación.
Los mercados están sujetos a los grandes monopolios de inversión, ellos ponen sus condiciones con los TLC y ajustan un tanto las políticas de consumo. Masificar es la tarea, no importa lo que haya que hacer, crear necesidad es la premisa que conduce al éxito, y se puede lograr con mecanismos tan importantes como son los gobiernos de turno, los medios de comunicación y la estabilidad del orden público. Un gobierno amigo, es el pasaporte libre a los inversionistas, ellos ponen las condiciones y el otro a cambio de una buena tajada, cede y obedece. Esas condiciones van desde establecer un nuevo modelo educativo, donde no se ponga a pensar ni a cuestionar al educando, es decir, entre más superficial sea la formación, más sujeto se está al sistema; eso quiere decir que la inversión en materia educativa debe ser baja. Otro aliado fuerte de considerar son los medios de comunicación, ellos son una herramienta básica en el control de pensamiento y actuación, son entes manipuladores de poca objetividad y más condicionados a los reglamentos establecidos por sus propietarios, en este caso el periodista se convierte en el arlequín o títere del accionista. Y por último garantizar el orden público, es la tarea que deben cumplir los gobiernos, un país donde los turistas puedan deambular de un sitio a otro sin que nada les pase, o donde se invierta sin riesgo a perder y más bien a ganar; es un país amigo que da garantías y ofrece ganancias.
Recientemente el presidente José “Pepe” Mújica, en la ciudad de Guayaquil Ecuador, instó a los pueblos de Latinoamérica a unir sus proyectos entorno a la igualdad social, que no significa otra cosa que hacer más digna la miseria y darle valor al ser humano, cosa ya tan devaluada en nuestros sistemas, porque paradójicamente en un mundo globalizado lo que menos vale es el ser humano, acá se vale por lo que se tiene y no por lo que se es, una triste, pero muy real situación de nuestro subdesarrollo. Dejar de aparentar lo que no somos y comenzar a trabajar por un noble ideal, donde todos quepamos y nadie sea más que nadie, debe ser la misión de los gobernantes, afirmó el ilustre presidente. Quizá lo que más llamó la atención de sus discurso, muy socialista por supuesto, no fue la invitación al no consumir, sino al pensar diferente y enrumbar  los fines a algo en común, la dignificación de los más miserables del mundo. A todo lo anterior al finalizar sus palabras mencionó que no cree en Dios, pero respeta el credo del otro. Menos mal que no cree en Dios, que tal si creyera.

miércoles, 3 de diciembre de 2014



LA HISTORIA DE LOS HOMBRES EN EL SIGLO XX

El siglo XX para los historiadores de la época será la ruptura de una tradición de concepciones universales de carácter científico, de pensamiento crítico filosófico, de tradiciones y costumbres de pueblos ancestrales, de arte y cotidianidad. Eventos como las dos guerras mundiales, el desarrollo socio económico de las naciones, la aparición de posturas ideológicas y filosóficas afines al comportamiento del hombre, serán los puntos álgidos a una problemática que ni el mismo historiador podrá dar una explicación válida. Grandes problemáticas comenzarán a gestarse al interior de las masas en la exigencia de justicia e igualdad, es decir, se pasa de un campo de estudio diferente al que se traía, de castillos y reyes, de dominio clerical y feudal, a un dominio más sociológico y antropológico, más en una línea social de comunidad.
Con La historia de los hombres: el siglo XX, de Josep Fontana, se resume el papel del historiador y sus posturas en los diferentes cambios durante no menos de cien años, el autor deja entrever la seriedad y sospecha como se han manejado y abordado los acontecimientos por algunos autores y escuelas de renombre, valiéndose de opiniones y descripciones pormenorizadas que en su momento fueron motivo de discusión y crítica.
Fontana retoma autores para mostrar y comparar lo que es la historia y el papel del historiador, no de una manera superficial sino detallada y de forma argumentada. Todos estos conceptos para explicar en palabras de  Arthur C. Danto que la tarea de la historia, en última instancia, sería siempre la de explicar lo que pasó en su maravillosa variedad de detalles, sin tener que recurrir  a ninguna ley general, lo que hacía evidentemente inútiles las “filosofías substantivas” de la historia.
Para el autor es conveniente mostrar tendencias y movimientos historicistas, que abordaron temas comunes, como los estudios dedicados al papel de la mujer en la historia, o también a subrayar la confiabilidad y credibilidad en algunos autores cuestionados que llegaron a ser considerados en su época lo más grande y calificado, y posteriormente señalados como engaño intelectual, es el caso de Arnold J. Toynbee.
En la parte que compete a la historia económica y social, el autor recoge un conjunto de respuestas y cuestionamientos de modelos anteriores viejos, que prácticamente justifican un retraso; ahora la idea es incorporar el trabajo, la producción y los intercambios como una nueva visión de sociedad. Para ello se valdrá de la escuela de Annales y las posturas de Lucien Febvre y Marc Bloch, quien afirma que el buen historiador se parece al ogro de la leyenda; allí donde huele la carne humana sabe que es donde se encuentra su presa. Por su parte Febvre, incorpora la historia cultural y religiosa, discrepando del mismo Bloch a quien considera excesivo de erudición en el tema económico. Y es claro que en materia histórica la propuesta principal de Annales es condenar la historia estrictamente política y tratar científicamente las actividades y creaciones de los hombres de otros tiempos.
Para los historiadores del siglo XX, la llamada invención del marxismo transformará el método de investigación en un corpus de doctrina, que se irá dogmatizando cada vez más, sobre todo desde la revolución bolchevique de 1917. El marxismo será la legitimación de establecer un concepto ideológico para una lucha de clases, es decir que el historiador debía acomodarse a las directrices fijadas y renunciar de paso al estudio y búsqueda de nuevos conceptos o realidades que de allí se derivaban.
Al leer el capítulo los marxismos, uno como lector queda con la impresión que los historiadores que abordaron el tema, fueron impregnados y seducidos por el ideario doctrinal, a tal punto de perder la objetividad e imparcialidad que debe caracterizar a un buen historiador. Incluso el mismo texto después de enunciar decenas de nombres de historiadores, concluye que desde el campo del marxismo, el autor con más trascendencia y credibilidad fue Walter Benjamín, quien dejó unas tesis sobre la concepción de la historia, hasta hoy más celebradas que entendidas. Una teoría de la historia que habría de hacer posible, por ejemplo, estudiar objetivamente el fascismo.
Los temas y acontecimientos del siglo XX, son un reto para el historiador en materia de credibilidad. Describir la guerra, sumergirse en ella, analizar sus causas y consecuencias, ir muchas veces en contra de los gobiernos, vencer los miedos o temores que ella depara; son razones que acercan y hacen veraz el objeto del historiador.
Algunas conclusiones que se pueden dejar entorno al texto de Fontana son:
Las cosas del pasado no se pueden observar y es tarea del historiador revivirlas en su propia mente.
Es tarea del historiador indagar e investigar onerosamente todos los hechos, desde todas las latitudes para no caer en un engaño intelectual, como lo han dilucidado muchos.
Afirma Tawney: Si la sociedad ha de controlar su destino, la razón ha de dominar al azar y una dirección consciente ha de liberar la vida humana de la tiranía de la naturaleza y de las locuras del hombre, la primera condición es una percepción adecuada de los materiales que hay que manejar y de las fuerzas que han de domarse. El historiador sirve, en su humilde nivel, para esta finalidad nada despreciable. 3.
El historiador debe asumir que su profesión por el carácter riguroso, puede ser peligrosa no solo para personas, sino también para gobiernos y sistemas políticos. Un ejemplo claro la investigación marxista.
Muchos gobiernos se han preocupado siempre, de vigilar los contenidos que se transmiten en la enseñanza. El historiador asume como reto que sus descripciones son el reflejo de una realidad vivida y no ajustada a un principio ideológico.
Para muchos ministros y gobernantes los historiadores no deben ocuparse de cosas recientes, es más, la historia y aconteceres deben contarse décadas después o dependiendo de la seguridad nacional hasta no contarse.
Qué papel debe jugar un historiador frente a países donde no se permite que se les enseñe a los niños a ser objetivos y críticos, y que ellos mismos establezcan y se formen sus propias opiniones.
Los historiadores en su afán de denunciar y contar las realidades, han sido investigados y condenados por razones de riesgo a la seguridad democrática.
Algunos historiadores han sido desvirtuados y obligados a retractarse de lo dicho, otros bajo presión se han acomodado a las exigencias de gobiernos de turno por honrosos salarios.
Existen países que pagan a intelectuales para que acomoden la historia a un beneficio individual y adoctrinen y maquillen las pretensiones económicas y políticas.
La historia de los hombres: El siglo XX decanta los secretos y realidades del historiador a finales del siglo XIX y desarrollo del siglo XX.
Una nueva historia total deberá ocuparse de todos los hombres y mujeres en una globalidad que abarque tanto la diversidad de los espacios y de las culturas como la de los grupos sociales, lo cual obligará a corregir buena parte de las deficiencias de las viejas versiones.

La historia de los hombres: el siglo XX. Josep Fontana