LA HISTORIA DE LOS
HOMBRES EN EL SIGLO XX
El siglo XX para los historiadores de la época será la
ruptura de una tradición de concepciones universales de carácter científico, de
pensamiento crítico filosófico, de tradiciones y costumbres de pueblos
ancestrales, de arte y cotidianidad. Eventos como las dos guerras mundiales, el
desarrollo socio económico de las naciones, la aparición de posturas
ideológicas y filosóficas afines al comportamiento del hombre, serán los puntos
álgidos a una problemática que ni el mismo historiador podrá dar una explicación
válida. Grandes problemáticas comenzarán a gestarse al interior de las masas en
la exigencia de justicia e igualdad, es decir, se pasa de un campo de estudio
diferente al que se traía, de castillos y reyes, de dominio clerical y feudal,
a un dominio más sociológico y antropológico, más en una línea social de
comunidad.
Con La historia de los hombres: el siglo XX, de Josep
Fontana, se resume el papel del historiador y sus posturas en los diferentes
cambios durante no menos de cien años, el autor deja entrever la seriedad y
sospecha como se han manejado y abordado los acontecimientos por algunos autores
y escuelas de renombre, valiéndose de opiniones y descripciones pormenorizadas
que en su momento fueron motivo de discusión y crítica.
Fontana retoma autores para mostrar y comparar lo que es la
historia y el papel del historiador, no de una manera superficial sino
detallada y de forma argumentada. Todos estos conceptos para explicar en
palabras de Arthur C. Danto que la tarea de la historia, en última instancia,
sería siempre la de explicar lo que pasó en su maravillosa variedad de
detalles, sin tener que recurrir a
ninguna ley general, lo que hacía evidentemente inútiles las “filosofías
substantivas” de la historia.
Para el autor es conveniente mostrar tendencias y movimientos
historicistas, que abordaron temas comunes, como los estudios dedicados al
papel de la mujer en la historia, o también a subrayar la confiabilidad y
credibilidad en algunos autores cuestionados que llegaron a ser considerados en
su época lo más grande y calificado, y posteriormente señalados como engaño
intelectual, es el caso de Arnold J. Toynbee.
En la parte que compete a la historia económica y social, el
autor recoge un conjunto de respuestas y cuestionamientos de modelos anteriores
viejos, que prácticamente justifican un retraso; ahora la idea es incorporar el
trabajo, la producción y los intercambios como una nueva visión de sociedad.
Para ello se valdrá de la escuela de Annales y las posturas de Lucien Febvre y
Marc Bloch, quien afirma que el buen
historiador se parece al ogro de la leyenda; allí donde huele la carne humana
sabe que es donde se encuentra su presa. Por su parte Febvre, incorpora la
historia cultural y religiosa, discrepando del mismo Bloch a quien considera
excesivo de erudición en el tema económico. Y es claro que en materia histórica
la propuesta principal de Annales es condenar la historia estrictamente
política y tratar científicamente las actividades y creaciones de los hombres
de otros tiempos.
Para los historiadores del siglo XX, la llamada invención del
marxismo transformará el método de investigación en un corpus de doctrina, que
se irá dogmatizando cada vez más, sobre todo desde la revolución bolchevique de
1917. El marxismo será la legitimación de establecer un concepto ideológico
para una lucha de clases, es decir que el historiador debía acomodarse a las
directrices fijadas y renunciar de paso al estudio y búsqueda de nuevos
conceptos o realidades que de allí se derivaban.
Al leer el capítulo los marxismos, uno como lector queda con
la impresión que los historiadores que abordaron el tema, fueron impregnados y
seducidos por el ideario doctrinal, a tal punto de perder la objetividad e
imparcialidad que debe caracterizar a un buen historiador. Incluso el mismo
texto después de enunciar decenas de nombres de historiadores, concluye que
desde el campo del marxismo, el autor con más trascendencia y credibilidad fue
Walter Benjamín, quien dejó unas tesis sobre la concepción de la historia,
hasta hoy más celebradas que entendidas. Una teoría de la historia que habría
de hacer posible, por ejemplo, estudiar objetivamente el fascismo.
Los temas y acontecimientos del siglo XX, son un reto para el
historiador en materia de credibilidad. Describir la guerra, sumergirse en
ella, analizar sus causas y consecuencias, ir muchas veces en contra de los
gobiernos, vencer los miedos o temores que ella depara; son razones que acercan
y hacen veraz el objeto del historiador.
Algunas conclusiones que se pueden dejar entorno al texto de
Fontana son:
Las cosas del pasado no se pueden
observar y es tarea del historiador revivirlas en su propia mente.
Es tarea del historiador indagar e
investigar onerosamente todos los hechos, desde todas las latitudes para no
caer en un engaño intelectual, como lo han dilucidado muchos.
Afirma Tawney: Si la sociedad ha de
controlar su destino, la razón ha de dominar al azar y una dirección consciente
ha de liberar la vida humana de la tiranía de la naturaleza y de las locuras
del hombre, la primera condición es una percepción adecuada de los materiales
que hay que manejar y de las fuerzas que han de domarse. El historiador sirve,
en su humilde nivel, para esta finalidad nada despreciable. 3.
El historiador debe asumir que su
profesión por el carácter riguroso, puede ser peligrosa no solo para personas,
sino también para gobiernos y sistemas políticos. Un ejemplo claro la
investigación marxista.
Muchos gobiernos se han preocupado
siempre, de vigilar los contenidos que se transmiten en la enseñanza. El
historiador asume como reto que sus descripciones son el reflejo de una
realidad vivida y no ajustada a un principio ideológico.
Para muchos ministros y gobernantes
los historiadores no deben ocuparse de cosas recientes, es más, la historia y
aconteceres deben contarse décadas después o dependiendo de la seguridad
nacional hasta no contarse.
Qué papel debe jugar un historiador
frente a países donde no se permite que se les enseñe a los niños a ser
objetivos y críticos, y que ellos mismos establezcan y se formen sus propias
opiniones.
Los historiadores en su afán de
denunciar y contar las realidades, han sido investigados y condenados por
razones de riesgo a la seguridad democrática.
Algunos historiadores han sido
desvirtuados y obligados a retractarse de lo dicho, otros bajo presión se han
acomodado a las exigencias de gobiernos de turno por honrosos salarios.
Existen países que pagan a
intelectuales para que acomoden la historia a un beneficio individual y
adoctrinen y maquillen las pretensiones económicas y políticas.
La historia de los hombres: El siglo
XX decanta los secretos y realidades del historiador a finales del siglo XIX y
desarrollo del siglo XX.
Una nueva historia total deberá
ocuparse de todos los hombres y mujeres en una globalidad que abarque tanto la
diversidad de los espacios y de las culturas como la de los grupos sociales, lo
cual obligará a corregir buena parte de las deficiencias de las viejas
versiones.
La historia de los
hombres: el siglo XX. Josep Fontana